No te voy a negar que encuentro menos interesante escribir sobre la aventura de hablar un idioma que vivir la aventura de hablar un idioma. Espero que te pase lo mismo.
Pero si estás leyendo esto es porque buscas alguna cosa. Y te voy a decir que lo más importante cuando buscamos algo no es lo que buscamos, sino los motivos por los que buscamos.
Empezaré por una experiencia personal.
La primera vez que conocí a Mauro fue porque me contactó su padre para darle clases particulares. Lo hizo por recomendación de un CEO al que daba clases en la empresa donde él trabajaba y que acababa de terminar el curso muy satisfecho.
Cuando empecé a darle clases comprendí que el chico no tenía suficiente motivación para aprender solo. A los seis meses le incorporé a un curso grupal, donde había chicas jóvenes, como él.
Pasados otros tres meses de curso había tenido unas cuatro conversaciones con su padre sobre los resultados de Mario. Conversaciones que nunca son incómodas para mí porque me ayudan a saber cómo orientar mi enseñanza y, sobre todo, a saber qué se espera de ella.
Mi alumno era inteligente, ¡Vaya que sí!. Adulto, mayor de edad y con ganas de trabajar. Pero su trayectoria laboral era errática. Esa era la queja de su padre. Había estudiado márketing deportivo y parecía que había poco futuro en ello.
Mientras su hermano mayor ya disponía de la posibilidad de obtener un contrato en EUA para el que se había preparado a conciencia, él todavía no tenía clara su trayectoria.
Mauro, por lo tanto, se mostraba como un joven sin rumbo. Concentrado en su moto y su trabajo sin futuro; haciendo de becario para su universidad.
Yo deduje que a sus profesores les salía a cuenta tenerle allí. Pues, como ya digo, era inteligente y trabajaba.
A la cuarta conversación con su padre decidí que iba a hacer reaccionar a Mauro. Tras una clase pedí a mis alumnos que se quedaran a tomar un café. Salimos de la escuela, fuimos a la cafetería y en el momento en que consideré oportuno pregunté a Mario. “¿Si no tuvieras límites qué te gustaría hacer?”..
Y él, tan tranquilo, me miró y me dijo “mi sueño sería trabajar en Redbull”. Me quedé de piedra. ¿Por qué no le había preguntado antes?
La verdad es que era el caso más fácil que había tenido. La central de Redbull está en Salzburg, conozco profesores allí, de mi tiempo en Austria.
Llamé a uno y le pregunté por los cursos de alemán de verano en la universidad. Los había, ¡y accesibles! Le dije que debía apuntarse a un curso, ir a Salzburgo y buscarse una habitación en la universidad.
Y, si realmente quería el trabajo, sólo tenía que ir a las oficinas de la empresa y presentar su currículum cada día.
Si, ni más ni menos. Mauro lo hizo. No fue fácil, evidentemente.
Durante el tiempo que lo estuvo haciendo tuvo que buscar un trabajo. Pero por suerte la cafetería del aeropuerto tenía una vacante de camarero y el español y el inglés estaban bien para empezar.
Poco a poco fue soltándose con el alemán y al año estaba donde quería. En el departamento de márketing de Redbull en Salzburg.
No lo hice yo…
Lo hizo él. Mauro “quería” algo.
Y el alemán sólo era un medio para eso que quería conseguir: trabajar en Redbull.
¿Y en tu caso?
Cuál es tu motivación para aprender alemán. Qué quieres en concreto. Porque, en abstracto, no se consigue nada. Soñar es gratis.
A mi esta experiencia me enseñó a valorar la concreción en expresar los motivos.
Me gustaría saber qué motivo te inspira a tí.
Hasta pronto
Marta Gago